sábado, 1 de octubre de 2011

Olvídame


Desganado lanzó la margarita al agua del canal, sus ojos enrojecidos seguían el curso de la corriente que se llevaba esa margarita, que tanta pena cargaba a sus espaldas. No podía ser… Dijo que no… Su cuerpo decaía, su alma se desvanecía, su corazón perdía el poco fuego que quedaba, la sangre no fluía, las lágrimas enturbiaban su mente.
No lo entendía, hizo todo lo posible, amó más que ningún otro, sólo tuvo miedo, puro pánico, siempre se hizo la misma pregunta, ¿y si decía que no?, hasta al final que llegó. Él no podía comprender…
Su cabeza estaba cerca de estallar, su orgullo quedaba terriblemente derruido, nada tenía ahora sentido, ni esa margarita que se hundía lentamente por el agua, tuvo ella más suerte que él, tuvo su vida más sentido, no tuvo ella al menos lágrimas que arrojar, ojos que cerrar lastimosamente.
Andando hacia su casa se dio cuenta, nadie se fijaba en él, era una simple hormiguita ignorable, nada pasaría si desapareciera. Aquel pensamiento le torturaba, necesitaba estar al lado de ella, soñaba con chocar con sus labios, con abrazarla, con rodear su cintura, con poseerla, con hacerla sonreír, cuando hacía ella eso gozaba él del más maravilloso momento de su vida, jamás tuvo tanto sentido, era ella su droga, incluso sus versos…
Tras 5 minutos andando se topó con un poema inscrito en una fachada de una casa, lo leyó con atención, su alma se hundió…

Mi droga, mi necesidad, mi recuerdo,
alteza, mi aliento, mis sueños,
poderosa fluye mi sangre en tu presencia,
poderosa torna mi alma, forma cobra su esencia,
tú eres su figura, sus líneas, su belleza,
tu rostro me muestra una certeza,
querer rodearte con mis brazos y poseerte,
es amor, es orgásmico, es quererte.

Decidió copiarlo y enviárselo. Su respuesta la veía ahora:
Olvídame.

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